27 marzo, 2008
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MENSAJE DEL DÍA MUNDIAL DEL TEATRO 2008 ESCRITO POR ROBERT LEPAGE
Este año, el mensaje del Día Mundial del Teatro, que celebramos hoy 27 de marzo, le ha correspondido escribirlo al director canadiense Robert Lepage.
Es el mensaje que hoy se leerá en todos los teatros, una fiesta o conmemoración promovida por el Instituto Internacional del Teatro, dependiente de la UNESCO.
Hoy en día, la luz de los proyectores ha reemplazado al fuego original y la maquinaria escénica, los muros de la cueva. Y por mal que les pese a algunos puristas, esta fábula nos recuerda que la tecnología está en el origen mismo del teatro y que no debiera ser percibida como una amenaza sino como un elemento aglutinador.
La supervivencia del arte teatral depende de su capacidad para reinventarse integrando las nuevas herramientas y los nuevos lenguajes. Si no, ¿cómo podría el teatro seguir siendo testigo de las grandes apuestas de su época y promover el entendimiento entre los pueblos, si no da él mismo prueba de apertura? ¿Cómo podría jactarse de ofrecer soluciones a los problemas de la intolerancia, de exclusión y racismo, si, en su propia práctica, se negara a todo mestizaje y a toda integración?
Para representar el mundo en toda su complejidad, el artista debe proponer formas e ideas nuevas y tener confianza en la inteligencia del espectador, que es capaz de distinguir la silueta de la humanidad dentro de ese perpetuo juego de luz y sombra.
Y es cierto que de tanto jugar con fuego el hombre corre el riesgo de quemarse, pero también la posibilidad de deslumbrar e iluminar.
Es el mensaje que hoy se leerá en todos los teatros, una fiesta o conmemoración promovida por el Instituto Internacional del Teatro, dependiente de la UNESCO.
MENSAJE DEL DÍA MUNDIAL DEL TEATRO 2008
Existen numerosas hipótesis sobre los orígenes del teatro, pero la que más me llama la atención es la que tiene forma de fábula:
Una noche, en tiempos inmemoriales, un grupo de hombres estaban reunidos en una cueva para calentarse alrededo
Hoy en día, la luz de los proyectores ha reemplazado al fuego original y la maquinaria escénica, los muros de la cueva. Y por mal que les pese a algunos puristas, esta fábula nos recuerda que la tecnología está en el origen mismo del teatro y que no debiera ser percibida como una amenaza sino como un elemento aglutinador.
La supervivencia del arte teatral depende de su capacidad para reinventarse integrando las nuevas herramientas y los nuevos lenguajes. Si no, ¿cómo podría el teatro seguir siendo testigo de las grandes apuestas de su época y promover el entendimiento entre los pueblos, si no da él mismo prueba de apertura? ¿Cómo podría jactarse de ofrecer soluciones a los problemas de la intolerancia, de exclusión y racismo, si, en su propia práctica, se negara a todo mestizaje y a toda integración?
Para representar el mundo en toda su complejidad, el artista debe proponer formas e ideas nuevas y tener confianza en la inteligencia del espectador, que es capaz de distinguir la silueta de la humanidad dentro de ese perpetuo juego de luz y sombra.
Y es cierto que de tanto jugar con fuego el hombre corre el riesgo de quemarse, pero también la posibilidad de deslumbrar e iluminar.
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